miércoles, 28 de abril de 2010

Sigamos Jugando


Actualmente asistimos a una creciente mercantilización de los bienes y servicios, donde los niños son vistos como “pequeños consumidores”.
 

Los juguetes impiden que el niño sea creador, ya que poseen una sola manera de ser utilizados, como es el caso de los videojuegos.
 

Los niños dejaron de ser “inventores creativos”, para ser dueños, poseedores de estos bienes, que son exhibidos como medio de ostentación.

También se asiste a una cultura del descarte, donde todo es cambiado al instante y reemplazado por algo nuevo. Todo tiene que ser rápido, fugaz, no hay tiempo para esperar.

Los niños cuyas familias cuentan con poder adquisitivo, se encuentran recargados de actividades extracurriculares (computación, idioma, deportes, etc.), donde se les impide tener un tiempo para el ocio, para poder jugar; son tratados como adultos en pequeño, recargándoles sus agendas para que no se aburran, restringiéndoles así, un lugar para ser niños.
 

Así mismo, nos encontramos con la “otra cara de la moneda”, con los “niños de la calle”, que deben salir a trabajar o mendigar, perdiéndose así su niñez, y por supuesto el derecho de jugar.

Es importante que tratemos de generar momentos de juego, ya sea como profesionales, docentes o padres, porque jugar es una experiencia creadora, donde el niño puede utilizar fenómenos de la realidad exterior, al servicio de su realidad interna, otorgándoles significación, de acuerdo a sus sueños y fantasías.
 

El juego contribuye a consolidar conductas ya adquiridas y junto con la imitación, crea las bases necesarias para todo proceso de aprendizaje; ya que a partir del juego, se logra interiorizar el mundo externo. En el jugar no hay riesgo, todo se construye en el marco de un “como si”, donde como en el teatro, se representa un papel, es decir, se hace de otro, lo que impide que se afecte la seguridad personal.
 

Es en ésta escenificación, donde entra el psicopedagogo, no como alguien externo que observa lo que acontece, sino como otro jugador.
 

Como plantea Winnicott "dentro de la clínica se da la superposición de dos zonas de juego: la del paciente y la del terapeuta; cuando el paciente no sabe jugar, es necesario ayudarlo, para que pueda mostrarse como creador".

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